En vísperas de la presentación de mi nuevo libro, Camino y contemplo, el 21 de noviembre en la sala Región Leonesa del ILC, me lleno nuevamente de gratitud. Otra vez me da la sensación de que se ha ido elaborando solo, sin demasiada consciencia por mi parte, con la colaboración de otras muchas personas, como si una voluntad ajena estuviera dirigiendo nuestros pasos sin que lo supiésemos.
Recuerdo ahora cuando Félix Páramo, en la presentación de uno de sus libros, hace ahora cinco años, me propuso colaborar en El Senderín, la revista de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago de León Pulchra Leonina, pues por entonces pertenecía al consejo editor. Conchi Casado, pariente y amiga, que resultó ser la directora de la revista, me acogió con todo su cariño y dándome mil facilidades; lo mismo que María Ángeles Zayas, que asumió después la dirección.
Hasta ese momento nada había escrito sobre el Camino de Santiago, aunque lo hubiera recorrido en solitario una treintena de años atrás, pero “casualmente” hacía un tiempo que me había integrado en un grupo de personas que, ya sea el Camino Francés, el del Salvador, el Lebaniego o el Olvidado, bajo el amparo primero del Teléfono de la Esperanza de León, luego de Al Quite y, actualmente, de la asociación Caminando, llevamos años en ruta.
Aún seguimos fieles algunos de los del “núcleo inicial”, aunque con bajas y altas, empezando por Valentín Turrado, a quien debemos la iniciativa de convertir nuestro caminar en una meditación en movimiento. Fieles a nuestro compromiso mensual, salvo en lo más crudo del invierno o lo más tórrido del verano, nos hemos ido haciendo a la fila india, al silencio y la contemplación, porque la parte del compartir, de las risas y de la unión entre nosotros ya venía “de serie”.
Luego vino El Camino del Artista, que recorrí de la mano de Julia Cameron, con un pequeño grupo formado por mi hermana Isabel, Carolina, Ana Patricia y Ana Rosa. Fruto de esos entrañables y nutritivos encuentros es este proyecto creativo entre hermanas, Isabel las ilustraciones y yo los textos, que me produce especial ilusión, ya que nadie mejor que ella, que ha sido testigo de tantos momentos de mi vida y me conoce tan bien, puede hacer visibles mis palabras con su maestría técnica y sensibilidad artística.
Y, finalmente, el libro y la propia presentación, donde ninguna persona a la que acudí me dio un no por respuesta: ni Antonio Consuegra para el prólogo, ni M. Ángeles Zayas para la nota introductoria, ni Ana María para la edición en editorial Péndula, ni Marcelo Tettamanti para la sesión de fotos en La Candamia, ni los compañeros del ILC para la presentación en la sala Región Leonesa, ni Valentín para acompañarme en la mesa, ni Martin Marin para cantar... Todo han sido facilidades y estoy segura que esas sincronías y sinergias van a multiplicarse, porque estoy firmemente convencida de que del granito de arena que cada uno aportamos se va a servir la Vida para formar una duna gigante, que se vea desde lejos.
Han sido muchos caminos y muchos caminantes los que han confluido en este punto, pero el sendero continúa y aún nos esperan más encuentros, descubrimientos y aventuras hasta llegar a nuestro Finisterre particular. Solo queda agradecer y seguir andando con pie firme y decidido, una canción en los labios y una sonrisa en el corazón.
Ana Cristina López Viñuela


La alegría compartida es la plenitud de la vida. Gracias y a seguir caminando, un abrazo grande.