Los días me consumen
convirtiéndome en una vagabunda
que colecciona sueños.
Las horas dictan mis pasos
hasta que tropiezo
sobre el camino
de personas que
también están sufriendo.
Sonreímos, jugamos y charlamos
durante minutos,
segundos y hasta horas.
Cargamos sobre nuestras espaldas
el peso de un futuro incierto
que asusta a los niños
que llevamos dentro.
Somos cómplices de carencias,
unidos por un proyecto
que va más allá
de todo en lo que creemos.
Somos jóvenes
aunque no por mucho tiempo,
porque algún día
seremos adultos mayores
que espero
que sigamos riendo.
Hasta entonces
doy gracias
por estas benditas casualidades
que hacen que mi vida
sea un poco
más soportable.
María de los Ángeles Díez rodríguez