Retrato ecuestre del rey Felipe IV. Diego da Silva Velázquez. Hacia 1635.
Imprimes un cartel para poner un anuncio y coges para cada esquina un pequeño trozo de cinta adhesiva transparente, vas al cristal y lo pegas,
a ser posible sin dudar, ya que donde pegue, ahí quedará. Lo asientas bien encuadrado y a los días lo quitas, porque el aviso ya ha expirado.
La semana siguiente, repites la operativa con los mismos métodos y los mismos medios.
Sabes exactamente dónde está el sitio en el que debes fijar el cartel,
porque hay restos en el sitio en el que estuvo la cinta que sujetó el anterior. Así repites la operación cada semana,
cada lunes quitas el anuncio pasado y cada viernes pones el siguiente, entrando en un bucle de rutina, inconsciente,
encarrilado por el hábito y por las huellas del pasado.
Pasa el tiempo y allí donde durante meses hubo un cartel en días alternos, ya solo quedan restos del adhesivo usado
para su sujeción. Ya los anuncios se hacen por redes sociales y ya ni se usa papel, ni tinta ni cinta adhesiva, pero
a ciencia cierta allí quedarán para los que vengan en adelante las marcas que dan testimonio de pasadas glorias.
Los hábitos nos asientan en el terreno en el que nos movemos y sus cambios pueden lastimarnos o bien pueden
reafirmarnos en la creencia de haber pertenecido a un momento y un lugar en el que todo se hacía, presuntamente, mejor.
Sin embargo, a veces perdemos la perspectiva y creemos que todo lo que fue antes fue mejor por el mero hecho de que
cuando se hacía, lo hacíamos nosotros. Ese toque de orgullo propio, ese poquito de chovinismo, hace que
le demos a lo nuevo, a lo recién llegado, una pátina de eventualidad inmerecida. Creemos que se volverá a lo anterior
porque lo consideramos mejor y más duradero, sin darnos cuenta que los que nos precedieron pensaban de sus cosas exactamente igual
que nosotros de las nuestras y su validez.
Pasa el tiempo y nuestras cosas, nuestros hábitos se revisan y se estudian, que se hace capítulo de lo hecho y se descubre
que se hacían cosas mal, que estábamos en un craso error por considerarnos la quintaesencia de la perfección, pues no, nada más lejos.
Erraos en cada paso que damos y vamos dejando huellas de nuestros pasos sin ser conscientes de que cuando seamos enmendados,
se verá a las claras, que ni fuimos tan finos, ni nuestros pasos fueron tan firmes como siempre pensamos.
Cuando en los años 90 del pasado siglo se hizo una restauración masiva de la obra pictórica de Velázquez, en muchos cuadros se encontraron
enmiendas, repintes, borrones y reestructuraciones que se habían tapado por mano del propio artista en pos de un mejor resultado final del lienzo.
Al sacar a la luz esas correcciones, vemos que ni el mismo autor quedó conforme con el resultado, que pasos primeros fueron
emborronados por pasos posteriores y que patas de cascos de caballo adelantados, se volvieron un paso atrás bajo el amarillo índigo o el verde Veronés.
Pero lo importante es que de los errores anteriores, los cuales vemos ahora su existencia, supo sacar la enseñanza justa
para que en los siguientes trotes de su carrera los saltos fueran perfectos y el paso sereno y maduro,
que es lo que hemos de conseguir todos cada día, aunque quede algún resto de cinta adhesiva en la pared donde pusimos los primeros carteles.
Digo yo.
Agripina Campazas
Al que no le guste lo que hay tendrá que cambiar lo que esté en su mano. De no poder ser tendrá que cambiarse él.
El mundo está en constante evolución y deberiamos soltar lo viejo de lo que ya hemos aprendido y dejar entrar lo nuevo. Ni juicios ni críticas. Soltar, ser humilde, aprender y no juzgar El único juez de tu valer eres tú.
La única persona que ha de evolucionar con los aprendizajes de nuestros antepasados somos nosotros. NUNCA mirar los errores de otros para juzgar y aprender ya que hicieron lo que pudieron y gracias a sus " errores" estamos aquí . Así lo veo
Seguro avanzaremos con toda la información de nuestra historia.
Gracias por tu punto de vista y perspectiva, es enriquecedora bien entendida
Importante reflexión, gracias