Primera fotografía:Vega de Espinareda (Playa Fluvial)

Segunda fotografía:Las Médulas

Tercera fotografía:Castaños Las Médulas

Ruta por el Bierzo

Nos dirigimos hacia Cacabelos. Al llegar, visitamos la villa que tiene un bello casco antiguo con calles estrechas, balcones con flores y en la Plaza Mayor gente charlando en terrazas. El paseo te lleva entre bodegas y vinotecas ya que Cacabelos es el corazón del Bierzo. Se puede probar vino mencía joven o godello fresco y acompañarlo de tapas como cecina o pulpo.

Decidimos comer allí en el restaurante El Apóstol ya que nos trae recuerdos de otros tiempos pasados.

Seguimos nuestro camino y llegamos a Vega de Espinareda. Visitamos la playa fluvial y ¡qué gran descubrimiento! Es como un oasis en el medio del Bierzo. Está justo en el centro del pueblo, en el cauce del río Cúa, y lo que primero llama la atención es cómo han aprovechado el río para crear una especie de piscina natural enorme, con agua clara y fresca que baja de la montaña.

El espacio está dividido: una zona más profunda, donde se puede nadar, y otra menos honda pensada para los peques. Además, hay una zona con piscinas y toboganes acuáticos que hacen las delicias de los niños. Hay zonas verdes con césped para tomar el sol y árboles con sombra. El puente de piedra le da un toque pintoresco. Como era verano, estaba muy animado con familias y gente tomando algo en las terrazas cercanas. Hay chiringuitos, duchas y zonas de juego. ¡Un sitio fenomenal!

Dormimos en el pueblo en nuestra autocaravana y al día siguiente nos dirigimos a Las Médulas, uno de los paisajes más impresionantes de León y Patrimonio de la Humanidad.

Empezamos la excursión por el pueblo de Las Médulas, con sus casas de piedra y tejados de pizarra. Desde allí ya se ven los tonos rojizos de las montañas que anuncian lo que viene. El camino te lleva entre castaños centenarios, de troncos retorcidos y sombra fresca, mientras el sendero va subiendo poco a poco.

A medida que avanzas, el paisaje se abre y aparecen esas colinas rojizas, resultado de la antigua explotación romana de oro. La tierra parece esculpida a mano: picos afilados, cuevas misteriosas y paredes anaranjadas que contrastan con el verde del bosque. Uno de los puntos mágicos es la Cueva de “La Cuevona”, un enorme túnel excavado en la montaña donde te sientes diminuto.

Este paseo entre naturaleza y arqueología te hace pensar en cómo los romanos usaron un sistema que inundaba la montaña para hacerla derrumbarse y extraer el oro. De esa actividad quedó este escenario único, casi irreal.

El regreso al pueblo entre los castaños y cerezos te hace experimentar una calma con la sensación de haber caminado por un lugar fuera del tiempo.

Paramos a tomar algo en una terraza de un bar del pueblo y seguimos nuestro viaje hacia el lago del Carucedo, que se encuentra a los pies de Las Médulas. Rodeado de montes verdes y castaños, tiene forma amplia, casi ovalada, con aguas tranquilas. Es un refugio natural de aves acuáticas y vegetación.

En la orilla principal está la zona de esparcimiento, muy cuidada, para que la gente disfrute del entorno. Hay una playa fluvial con arena clara. Alrededor hay zonas de césped con árboles que dan sombra, perfectas para extender una toalla o hacer un picnic. También hay mesas, bancos y un merendero, además de un chiringuito para tomar algo fresco. El ambiente es familiar, con gente bañándose, tomando el sol o caminando por senderos que rodean la orilla.

Tras una tarde disfrutando de esta mezcla de naturaleza, descanso y ocio berciano, regresamos a casa.

Ana Rosa González