Hay momentos en los que conecto con diferentes tipos de música.
Por tendencia natural, soy de indie español. Para mí, el indie siempre ha sido sinónimo de introspección. Sin embargo, ha habido circunstancias que me han llevado a experimentar con otros estilos musicales.
Uno de ellos es el pop internacional en inglés, especialmente el comercial (Britney Spears, Lady Gaga, Beyoncé, Rihanna…). Con ellas me he descubierto siendo una diva sobre un escenario imaginario, donde nada me detenía. Y además, cantaba en inglés increíblemente bien.
En otras ocasiones, los cantautores me han atrapado (Ismael Serrano, Depedro…). Con sus canciones he llegado a tocar el terciopelo del corazón, ese lugar donde parece que nadie puede llegar. Y en tres o cuatro minutos… lo consiguen. En esos instantes, solo deseaba aprender a tocar la guitarra o el ukelele y salir a la calle a compartirlo con el mundo.
Descubrí con Ladilla Rusa o Ojete Calor el electropop satírico, un estilo con una base de ironía ácida. Es un humor con el que me siento profundamente conectado, porque encierra verdades incómodas que se dicen bailando.
De repente, me invade un ataque de nostalgia y conecto con Marta Sánchez. Me resulta inevitable no recordar su disco Desesperada. Lo conservo en casa junto al tocadiscos. Fue un regalo de mi madre y le tengo muchísimo cariño. Quizás por eso defiendo a Marta Sánchez: forma parte de mi vida, de mi adolescencia.
Un capítulo esencial se lo merece Fangoria. Creo que los escucho desde antes de nacer. Sus letras, aparentemente superficiales, tienen una profundidad considerable en temas como La pequeña edad de hielo o El hospital. Gracias a Fangoria, he sobrevivido a muchas etapas de mi vida.
Música clásica. Justo ahora mismo estoy escuchando una pieza. Lo mejor que tiene, en mi opinión, es que al ser instrumental, puedes imaginar las voces y los paisajes que quieras. Normalmente, cuando la escucho, estoy mentalmente en el campo, donde el trinar de los pájaros me parece uno de los sonidos más hermosos y significativos del mundo. Y como actualmente no puedo permitirme vivir allí... bienvenida sea la música clásica una y otra vez.
A la música le debo mucho: paseos por la calle, viajes en coche, fiestas hasta la madrugada, limpiezas en casa, bandas sonoras de películas… Nunca sabré con certeza a dónde me lleva, pero lo que sí sé es que me ayuda a ser un poco más yo en determinados momentos y lugares.
Así que gracias, música, por existir.
Marcos Rodríguez Tranche
