Día Mundial contra la Rabia Día Mundial contra la Rabia Día Mundial contra la Rabia

El día 28 de septiembre se conmemora, entre otros, el día mundial contra la rabia. Sin intención de restarle importancia a la conmemoración del día contra la infección causada por el virus de la rabia, que ha ocasionado y sigue ocasionando decenas de miles de muertes a nivel mundial, me gustaría dedicarle este artículo a otro tipo de rabia que, si bien no es infecciosa (en un sentido fisiológico), también provoca muertes, no únicamente físicas.

Y no me refiero a la rabia en sí, que es una emoción natural y que muchas veces nos ayuda a reaccionar, sino, concretamente, a esa rabia tóxica que lidera acciones dañinas hacia los demás y hacia nosotros mismos. La rabia rancia que promueve odios, venganzas, guerras, discusiones, insultos, abandonos… La rabia ponzoñosa.

Este es el tipo de rabia en el que pensé cuando, hace poco, leí que “la rabia desaloja la ternura” y fui consciente de lo peligroso de esa verdad. De alguna manera, la rabia (ponzoñosa, tóxica) nos aísla. Nos permite actuar desconectados de otras emociones que podrían modular nuestras acciones e inacciones, como el amor, el afecto, la empatía, la compasión, la esperanza, la culpa o la vergüenza.

Acapara el cuerpo y la mente, desconectándonos de nosotros mismos, de nuestra coherencia y sensibilidad. De nuestra vulnerabilidad.

A veces pensamos que esta rabia tóxica conduce al movimiento, a la acción, a la reacción. Parece un desencadenante, un motor. Pero, ¿de qué?, ¿hacia dónde nos mueve? Nos mueve hacia el odio, la venganza y la destrucción física o emocional. Nos mueve hacia lo violento y lo despótico.

Por rabia no se calla, se grita. Por rabia no se llora, se reprime el llanto. Por rabia no se espera, se apremia. Por rabia no se acaricia, se golpea. Por rabia no se suelta, se retiene. Y a su vez, por rabia, no se cuida, se abandona.

De hecho, creo que la rabia, en esta versión ponzoñosa, no hace avanzar, sino que ancla. Paraliza. Aferra. Y como da esa falsa sensación de movimiento, hace que, quien cree que “actúa movido por” la rabia, en realidad, “permanezca encallado en” la rabia.

Por eso estoy de acuerdo con la idea de que la rabia puede desalojar la ternura y, con ello, despojarnos de nuestra humanidad esencial, de nuestra capacidad de sentir con sentido y no avasallados por el sentimiento, como ocurre con esta rabia que nos arrolla, que nubla la reflexión y a menudo desemboca en una justificación que camufla el arrepentimiento y difumina la responsabilidad propia; desemboca en ese: “me pudo la rabia”.

Así que esto no es un artículo contra la rabia en sí, que pienso que tiene una vertiente muy valiosa a la hora de generar cambios tanto a nivel personal como social, como cuando hacemos un cambio necesario en nuestra vida impulsados por ella, o cuando salimos a protestar movidos por la rabia unida a la solidaridad, el sentido de justicia o el hartazgo.

Estoy en contra de esa rabia tóxica que nos infecta como la vírica, que nos corroe y juega con nosotros haciéndonos creer que nos impulsa, cuando en realidad sólo nos bloquea; esa que nos cristaliza el corazón y que nos lleva a hacer cosas que no haríamos si pudiéramos domesticarla a través de la confluencia con otras emociones también naturales, también humanas.

Por eso, hoy, en este día mundial contra la rabia, propongo pensar en esas cosas que solemos decir que “nos dan rabia”, identificar el por qué, y tratar de diluir la toxicidad de esa emoción (cuando exista), derritiéndola con el calor de nuestra ternura.